sábado, 26 de marzo de 2022

Sorpresivo despertar

 

Sorpresivo despertar

Vaya altura la de estos techos le digo a Jacky, la dueña del palacete

situado en una espléndida explanada campestre, donde me encontraba de invitado.

Caminamos por sus pasillos de empedradas paredes; visitando la espléndida biblioteca y su ostentoso salón comedor para grandes eventos.

Al subir a las habitaciones, las voy conociendo una a una, explicándome las características y anécdotas ocurridas en cada recámara.

En esta habitación, llamada de Las Apariciones, me dice la anfitriona, se sienten extraños ruidos en las noches; una joven visitante de nombre Eira que en ella estuvo alojada, y que nos cantaba hermosas canciones después de la cena, desapareció en un paseo por el lago, una mañana de otoño hace cinco años. Dicha habitación tenía decoración medieval, por las esquinas cual custodios, armaduras con sus espadas y lanzas; en sus paredes escudos, mazas, espadas enormes de torneos y hachas de múltiples formas.

El personal del palacio me comenta, que con frecuencia se oye una voz de mujer y también dulces cantos a la media noche en esa habitación; quedo pensativo e intrigado, deseando saber más acerca de esa desaparecida visitante.

Esta será su habitación, al final del largo pasillo, la llamamos de Los Ilustres, me indica mi distinguida anfitriona; se sentirá cómodo en ella, es muy cálida y confortable.

Ya instalado, me sentía como un zar en ella, pues era lujosa, luminosa, con decoración moderna y con buen gusto.

 Esa noche, después de una abundante y deliciosa cena, me retiro temprano a mi habitación y al rato, quedo dormido profundo en la gran cama. Hay luna llena, canto de grillos en los jardines, croar de ranas y ulular de búhos; y yo, rendido y entregado a la profundidad de mis sueños.

Los primeros rayos del sol iluminan mi rostro despertándome; todavía tumbado, dirijo mi mirada hacia el techo y el entorno de la habitación, quedando espantado de mi presencia en ella.

He amanecido en la habitación y durmiendo en la cama de la ilustre desaparecida, mi mano derecha empuñando la más larga de las espadas; mi mano izquierda, apretando la mano de la joven Eira, que yacía dormida plácidamente a mi lado.

Arturo Ezquerro

Cuentos a la medianoche - Mayo 2022


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